lunes, 19 de diciembre de 2016

El papel de la organización escolar en el cambio educativo: la inercia de lo establecido

Nina Machaveli
Comentario Máster CEU
19-12-2016

Con esta entrada de blog quiero resaltar varios aspectos del artículo de José Luis San Fabián.

En este artículo el autor muestra que, de forma tradicional, los centros educativos y la investigación educativa han dejado en un segundo plano la Organización Escolar, superponiendo a ésta otras cuestiones como los metodológicos.
Pero, hay que hacer una reflexión muy importante sobre por qué se ha producido este segundo plano. Es decir, ¿cuál ha sido el origen de este abandono y la propia despreocupación por la Organización Escolar?, ¿por qué ha sucedido esto?.
San Fabián apunta en este artículo a dos grandes causas: la tradición centralizada y uniforme del sistema educativo, y el extrañamiento docente respecto a lo organizativo.
Una de las características del sistema educativo de España es el gran número de leyes que se han ido sucediendo desde el último cuarto del siglo XX (Ley General de Educación, 1970; LOECE 1980; LODE 1985; LOGSE 1990; LOGSE, 1995; LOCE, 2002; LOE, 2006; LOMCE, 2013). Esta proliferación de leyes educativas han producido diversos problemas. Uno de ellos es la desconfianza hacia cualquier cambio que trajera cualquier ley, tanto por parte de los profesionales de la educación como de sus usuarios. Otro de los problemas ha sido que ha creado muchas tensiones ideológicas educativas sobre qué tipo de cambios introducir, o qué tipo de cambios reflejaban unos ideales u otros. Tampoco hay que dejar de lado, como señala el autor, el hecho de que estas leyes han mirado hacia los modelos establecidos en otros países en lugar de realizar un diagnóstico riguroso del sistema educativo. Un diagnóstico en el cual establecer cuáles son los valores que deberían sustentar y ser la base del propio sistema educativo y de la educación que recibieran los jóvenes. Ese debería ser el primer factor de consenso para tener una ley educativa, aunque claro, encontrar valores comunes en partidos políticos puede ser que no sea tan fácil, sobre éstos siguen utilizando la educación como un arma política más.
Quizás uno de los grandes problemas que ha producido el olvido de la Organización Escolar ha sido la fuerte centralización de nuestro sistema. Un sistema educativo que en los 70 y 80 buscó dejar de lado las grandes diferencias que se producían entre centros de zonas rurales/urbanas, así como la fuerte diferencia según distintas regiones geográficas. Así, uno de los objetivos que buscaron las reformas educativas fue que todos los alumnos recibieran una educación similar que no dependiera de la situación del centro ni del nivel socioeconómico del entorno. Es decir, se buscó un sistema basado en la equidad, en el que se ofreciera a todos las mismas respuestas educativas. Una de las primeras consecuencias que esto produjo fue una centralización de cómo deberían ser todos los centros. Esto ha producido una regulación y configuración similar de los centros educativos buscando que un alumno reciba el mismo tratamiento educativo fuera cual fuera el lugar en el que se escolarice. Esta centralización ha llevado a una hiper-regulación de muchos de los aspectos por los que se rige la vida diaria en un centro, dejando muy poco margen de maniobra a los centros educativos. Un sistema basado en un punto de vista macro, que ha olvidado a las pequeñas células educativas que son quienes realmente llevan a cabo el trabajo diario con los alumnos. Así, desde esta construcción centralizada la Organización educativa ha sido olvidada, ya que no se han dado las suficientes competencias organizativas a las escuelas, más que aquellas referidas a cierta organización de horarios, o atribución de ciertos cargos. En cambio, la organización del trabajo docente, la flexibilidad a la hora de agrupar a alumnos, la organización curricular, o el sistema de incentivos, ha quedado en manos la autoridad superior y no de los centros, que son quienes realmente necesitan cierta autonomía y grado de Organización para adaptarse a las necesidades de sus alumnos. Los centros no pueden aprovechar sus fortalezas ni enfrentarse a sus debilidades porque no tienen los suficientes recursos organizativos ni la suficiente autonomía para actuar.
Desde esta centralización, en la que los centros educativos funcionan como máquinas similares (que no iguales), los profesores han acabado extrañando lo organizativo. Pero, bajo mi punto de vista, esto se ha producido porque esta centralización que considera los procesos internos poco influyentes e importantes, ha creado una cultura organizativa que lleva al olvido de la importancia de estos procesos internos. Y así, el profesor acaba preocupándose únicamente por organizar la pequeña parcela en la que sí puede intervenir: su aula. En este tipo de sistema centralizado y super-regulado, el docente (en muchas ocasiones) no siente parte de sí mismo el proyecto educativo del centro. Un proyecto en el que sus grandes rasgos están impuestos a nivel central, quedando poco margen para que el profesorado configure su centro más que a nivel de su asignatura.

Quizás, el gran problema actual, es que esta concepción ha calado en la idea de trabajo y organización de centro, y en muchas ocasiones cambiar esta concepción resulta complicada, tanto a nivel central como a nivel de centro.